EL SUSPIRO DEL ALMA

En el umbral entre la materia y el espíritu, este lienzo exhala un susurro antiguo: el aliento del alma. Capas erosionadas de blanco, gris y azul se entrelazan como memorias que se desvanecen lentamente, arrastradas por el viento del tiempo. No hay formas definidas, solo la huella de lo que alguna vez fue —una textura que recuerda a paredes desgastadas por la vida, o al eco de un cielo nublado tras una tormenta interior.

Los negros ahumados y las sombras desdibujadas parecen hablar de emociones densas, silenciosas, que flotan entre la conciencia y el olvido. Pero entre ellas, surgen velos de luz: suaves toques de azul que emergen como esperanza o respiro, como si el alma, aun fatigada, encontrara fuerza para seguir latiendo.

Esta obra no se mira, se respira. Es un instante detenido en el que lo invisible se hace presente. Un paisaje abstracto del espíritu, donde cada grieta, cada velo, es un latido, un suspiro, una voz callada que se reconoce sin necesidad de palabras.